domingo, 24 de agosto de 2014

Perrea, Mozart, Perrea

Después de lo dicho por el tal Daddy Yankee (hasta su nombre “¿artístico?” es un bodrio) sobre la música clásica en respuesta José Antonio Molina, la verdad es que muy poco me había interesado el asunto, no sorprendiéndome mucho en aquel momento que el susodicho personaje pudiese decir semejante tontería.

 


Lo que realmente me ha sorprendido ha sido la reciente aparición de algunos reportajes de prensa que “reivindican” a Daddy Yankee y lo presentan como una víctima de la tergiversación mediática (para ver estos reportajes “reivindicativos”, pueden hacer clic  aquí y aquí). Me pregunté en un inicio ¿Qué tanto se pueden tergiversar unas declaraciones para hacerlas parecer tan estúpidas? En lo que a mí respecta, poco podían hacer los medios para hacer parecer tan ridículas sus palabras, porque o estarían mintiendo descaradamente o tendrían que haber hecho un esfuerzo extraordinario en sacarlas de contexto.

Por supuesto, me dirigí a la fuente original de la información para verificar por mí mismo la perversidad de los medios de comunicación internacional en su afán de destruir a otra pobre víctima del sistema. ¡Qué decepción! Mejor habría quedado Daddy Yankee sin que nadie intentase defenderlo. Escuchar la cuestión de su propia boca ya no me causó asombro, sino risa y pena.

Aquí dejo un enlace para que puedan escuchar, previamente a mi opinión, lo que este personaje dijo.

 

En base a lo que he leído en la prensa internacional y en páginas a favor y en contra de Daddy Yankee, al final he formado mi propia opinión y a continuación la expongo.

En primer lugar, no veo gran diferencia entre lo que he leído en la prensa y lo que he escuchado en este video. Claro, algunos medios reproducen mejor el contexto y el tono de lo que dijo Daddy Yankee, pero al final de cuentas, en la mayoría o, por lo menos en una buena parte, reproducen con bastante claridad la idea principal, algunos incluso citando textualmente lo dicho por él. El famoso argumento “La prensa me tergiversó”, ya se ha convertido en un lugar común trillado y aburrido para los que meten la pata con esta clase de perolatas sin sentido. Parece que lo hacen confiando en el efecto ya producido en la opinión pública por la propaganda antimediática que desde hace un tiempo se expande como una plaga en nuestro continente y por todo occidente. En efecto, sabemos que los medios no son perfectos, pero es mentira que estos son el origen de todos los males del universo entero como a veces se les quiere hacer ver. Esta idea no hace más que justificar toda clase de atropellos o atrocidades en contra los medios de comunicación cuando en realidad son estos una de las armas más fuertes que tiene una sociedad democrática, precisamente, para mantener la democracia como el sistema de gobierno menos dañino que hasta ahora conoce la sociedad. ¿Qué tiene que ver esto con Daddy Yankee? En realidad mucho, porque desde hace tiempo este personaje no ha hecho más que quejarse del trato que le dan los medios de comunicación. Más de una vez he escuchado sobre declaraciones altisonantes que este ha lanzado contra los mismos, haciéndoles ver como males sociales, cuando la verdad es que lo único que hacen los medios es criticar lo que tiene que ser criticado; ese es su papel y para eso existen. El problema que tiene Daddy Yankee con los medios es que estos, en su caso particular, la tienen muy fácil. A veces los medios mienten (conscientemente o por error); pero en su caso no es mucho lo que mienten ¿Qué dicen que su música es mala? Bueno, a “La Gasolina” me remito.

La situación se hace más ridícula aun sabiendo que Daddy Yankee no es más que un personaje que existe gracias a los medios (específicamente gracias a los defectos de los medios, esa parte imperfecta y viciada de la industria mediática) y que de no ser por ellos, no existiría (entiéndase, sobre todo para los que son muy sensibles de piel y quieren defender a como dé lugar a su “ídolo”, no existiría como personaje, no como persona). Solo mediante los medios la mediocridad más absoluta como su “¿música?” tiene posibilidad alguna de progresar ante el público, que la verdadera música necesita menos del apoyo de estos para subsistir; para eso están los escenarios naturales de la misma: los teatros, cafés, casinos, la calle y las casas de la gente; allí se ha dado, se da y se dará por siempre la verdadera música, que luego se las amaña para llegar a los medios en algunos casos afortunados logra hacerse popular. El reaggetón, al contrario, necesita desesperadamente de la radio y la televisión para existir pues, al final de cuentas, es un invento de la radio y la televisión y solo allí tiene cabida.

Me argumentarán algunos que no es así, puesto que el reaggetón es música “urbana” y como tal tiene un origen legítimo, al igual que lo tiene el rap o el soul, y en el caso latinoamericano, la bachata. Sin embargo, creo que no es así en lo absoluto. La llamada música negra estadounidense tiene un origen eminentemente popular y surgió en los escenarios sociales de los sectores pobres de ese país, específicamente en las calles, los bares y las iglesias; es decir, tiene un significado social que se puede escuchar en muchas de sus letras. En el rap de los Estados Unidos, por ejemplo, son comunes las canciones que hablan sobre las duras condiciones de vida de la raza negra en ese país y que critican abiertamente el sistema político; vemos entonces que son canciones que tienen un mensaje más allá del ritmo y el género en sí. Aclaro desde ya que en lo absoluto soy admirador del rap (para mí, es un género incomprensible en muchos aspectos), sin embargo, no puedo negar que en algunos casos transmite experiencias, sentimientos, ideas, razón y deseos humanos, que es al fin de cuentas, el objetivo y ser mismo de la música y de todas las formas del arte. Incluso, en aquellas canciones violentas del rap (género a menudo acusado de las mismas cosas que el reaggetón) existe una notoria tendencia a expresar fuertes sentimientos de odio. No es que eso sea positivo, pero por lo menos esas canciones de Eminen o 50 Cent que denigran de las mujeres y expresan desprecio hacia la sociedad tienen algún contenido originado en las propias experiencias y sentimientos de estos artistas; es un mensaje muy negativo, pero existe un mensaje. Las canciones violentas del reaggetón, en cambio, son tan vacuas que el único mensaje que parece quedar de ellas es que ser malo es “divertido”.

Y para aquellos que argumenten que el reaggetón tiene su origen el reagge jamaiquino y que eso le da legitimidad, les digo que eso puede ser cierto en su origen, pero una cosa es tener una raíz en un género legítimo y otra cosa es convertirse en un cáncer; sino, comparemos la letra y los recursos musicales de cualquier canción popular de reagge jamaiquina con el mejor reaggetón hecho por Daddy Yankee (si es es que el “mejor reaggetón” existe); esos genes se han diluido en la única tergiversación real que se ha dado aquí: la tergiversación de una industria musical apartada de su responsabilidad social. El reagge y el rap pueden ser y considerarse los padres legítimos del reaggetón, pero este se convirtió en ese hijo despreciable que solo existe para denigrar de su origen y dar dolores de cabezas. Es el hijo que jamás debió haber nacido.

En segundo lugar, y dejando de lado la interpretación de los medios, el argumento de Daddy Yankee es un sofisma, puesto que ni siquiera responde de verdad a lo expresado por José Antonio Molina. Este esgrimió sus argumentos contra el reggaetón en base a los mensajes que este transmite a la sociedad y que se han convertido ya en su marca de género (cosificación de las mujeres, excesiva y a veces hasta ridícula exaltación de la masculinidad y la virilidad, glorificación de comportamientos antisociales, presentación del sexo como el fin mismo de la vida y la única fuente posible de placer y dicha, o la estupidez más supina como forma de humor). Daddy Yankee recurre al viejo y falaz argumento de la anécdota: “Bueno, sí, esos son mis mensajes, pero la música clásica le gustaba a Hitler”. La pregunta es: ¿Y eso que tiene que ver? El argumento inicial es contra el mensaje del género, no contra los que gustan del mismo. Si es por eso, todos los géneros son igualmente malvados porque de seguro algún asesino en serie o psicópata escucha rock, pop, indie, reggaetón o música clásica.

La verdad, es que el argumento de Molina es válido en el sentido de que hace una observación sobre algo evidente: los mensajes comunes del reaggetón exaltan todo lo que se supone no se debería exaltar en el mundo moderno. De lo contrario, que alguien me nombre algún reaggetón que diga que las mujeres son iguales a los hombres y merecen ser tratadas con respeto, que el estudio y/o el esfuerzo laboral en la vida es importante para el progreso personal y son los únicos métodos éticos y aceptables para lograr cualquier clase de ascenso social, que el sexo se debe practicar de forma responsable, que los homosexules merecen tener derechos civiles reconocidos, que ser delincuente no es una forma de salir adelante, etc. Y no me vengan a hablar de algún grupo pequeño o alguna canción patrocinada por una oficina de gobierno, ONG o grupo religioso que solo usó el reaggetón como medio para llegar a los jóvenes y llevarles un mensaje positivo. Estoy hablando de uno de esos grandes personajes de este género, que sea Daddy Yankee u otro que esté a su mismo nivel en cuanto a ventas y popularidad masiva.

La verdad es que el reaggetón sigue reproduciendo los males propios de una sociedad atascada en el pasado, lavándole la cara a viejos prejuicios de origen patriarcal, religioso, sectario y étnico y haciéndoles parecer modernos; debajo de esas camisas extragrandes, gorras, cortes de cabello “a la moda”, objetos relucientes y demás, Daddy Yankee es una señora mantuana del siglo XVIII que piensa de forma sexista, racista y clasista y por más que se esfuerce en hacer ver que sus mensajes no son tan influyentes, todos sabemos que cuando se es joven lo que diga o deje de decir alguna celebridad famosa puede llegar a ser muy influyente en algunos chicos y chicas (a veces más que lo que puedan decir padres y maestros) y por eso es perfectamente válido hacerles exigencias a dichas celebridades. Si la sociedad les da dinero a manos llenas, fama y popularidad, que ellos, por lo menos, tengan una pizca de responsabilidad con los mensajes que transmiten; si no es así, que luego no se quejen de ser el centro de todas las burlas y señalamientos.

Finalmente, y como un punto que no quería dejar pasar por alto, me ha parecido igual de ridícula o hasta peor que lo dicho por Daddy Yankee, la respuesta de la entrevistadora (a quien desconozco por completo) quien, después de escuchar semejante tontería dicha por el intérprete (me reservo aquí el uso de las palabras artista, cantante, compositor o músico, que creo la merecen otros y no él) lo aúpa en su audaz sandez con esa frase que me hizo caer en un trance de carcajeo triste y cínico: “!Qué profundo!”


Lo mismo digo yo. ¡Qué profundo (es el hueco en el que está nuestro continente)!