Después de lo dicho por el tal Daddy Yankee (hasta su nombre
“¿artístico?” es un bodrio) sobre la música clásica en respuesta José Antonio Molina,
la verdad es que muy poco me había interesado el asunto, no sorprendiéndome
mucho en aquel momento que el susodicho personaje pudiese decir semejante
tontería.
Lo que realmente me ha sorprendido ha sido la reciente
aparición de algunos reportajes de prensa que “reivindican” a Daddy Yankee y lo
presentan como una víctima de la tergiversación mediática (para ver estos
reportajes “reivindicativos”, pueden hacer clic aquí y aquí). Me pregunté en un inicio ¿Qué tanto se
pueden tergiversar unas declaraciones para hacerlas parecer tan estúpidas? En
lo que a mí respecta, poco podían hacer los medios para hacer parecer tan ridículas
sus palabras, porque o estarían mintiendo descaradamente o tendrían que haber
hecho un esfuerzo extraordinario en sacarlas de contexto.
Por supuesto, me dirigí a la fuente original de la información
para verificar por mí mismo la perversidad de los medios de comunicación
internacional en su afán de destruir a otra pobre víctima del sistema. ¡Qué
decepción! Mejor habría quedado Daddy Yankee sin que nadie intentase
defenderlo. Escuchar la cuestión de su propia boca ya no me causó asombro, sino
risa y pena.
Aquí dejo un enlace para que puedan escuchar, previamente a
mi opinión, lo que este personaje dijo.
En base a lo que he leído en la prensa internacional y en
páginas a favor y en contra de Daddy Yankee, al final he formado mi propia
opinión y a continuación la expongo.
En primer lugar, no veo gran diferencia entre lo que he
leído en la prensa y lo que he escuchado en este video. Claro, algunos medios
reproducen mejor el contexto y el tono de lo que dijo Daddy Yankee, pero al
final de cuentas, en la mayoría o, por lo menos en una buena parte, reproducen
con bastante claridad la idea principal, algunos incluso citando textualmente
lo dicho por él. El famoso argumento “La prensa me tergiversó”, ya se ha convertido
en un lugar común trillado y aburrido para los que meten la pata con esta clase
de perolatas sin sentido. Parece que lo hacen confiando en el efecto ya
producido en la opinión pública por la propaganda antimediática que desde hace un
tiempo se expande como una plaga en nuestro continente y por todo occidente. En
efecto, sabemos que los medios no son perfectos, pero es mentira que estos son
el origen de todos los males del universo entero como a veces se les quiere
hacer ver. Esta idea no hace más que justificar toda clase de atropellos o atrocidades
en contra los medios de comunicación cuando en realidad son estos una de las
armas más fuertes que tiene una sociedad democrática, precisamente, para
mantener la democracia como el sistema de gobierno menos dañino que hasta ahora
conoce la sociedad. ¿Qué tiene que ver esto con Daddy Yankee? En realidad
mucho, porque desde hace tiempo este personaje no ha hecho más que quejarse del
trato que le dan los medios de comunicación. Más de una vez he escuchado sobre
declaraciones altisonantes que este ha lanzado contra los mismos, haciéndoles
ver como males sociales, cuando la verdad es que lo único que hacen los medios es
criticar lo que tiene que ser criticado; ese es su papel y para eso existen. El
problema que tiene Daddy Yankee con los medios es que estos, en su caso particular,
la tienen muy fácil. A veces los medios mienten (conscientemente o por error);
pero en su caso no es mucho lo que mienten ¿Qué dicen que su música es mala? Bueno,
a “La Gasolina” me remito.
La situación se hace más ridícula aun sabiendo que Daddy
Yankee no es más que un personaje que existe gracias a los medios (específicamente
gracias a los defectos de los medios, esa parte imperfecta y viciada de la
industria mediática) y que de no ser por ellos, no existiría (entiéndase, sobre
todo para los que son muy sensibles de piel y quieren defender a como dé lugar
a su “ídolo”, no existiría como personaje, no como persona). Solo mediante los
medios la mediocridad más absoluta como su “¿música?” tiene posibilidad alguna
de progresar ante el público, que la verdadera música necesita menos del apoyo
de estos para subsistir; para eso están los escenarios naturales de la misma: los
teatros, cafés, casinos, la calle y las casas de la gente; allí se ha dado, se
da y se dará por siempre la verdadera música, que luego se las amaña para
llegar a los medios en algunos casos afortunados logra hacerse popular. El
reaggetón, al contrario, necesita desesperadamente de la radio y la televisión
para existir pues, al final de cuentas, es un invento de la radio y la
televisión y solo allí tiene cabida.
Me argumentarán algunos que no es así, puesto que el
reaggetón es música “urbana” y como tal tiene un origen legítimo, al igual que
lo tiene el rap o el soul, y en el caso latinoamericano, la bachata. Sin
embargo, creo que no es así en lo absoluto. La llamada música negra estadounidense
tiene un origen eminentemente popular y surgió en los escenarios sociales de
los sectores pobres de ese país, específicamente en las calles, los bares y las
iglesias; es decir, tiene un significado social que se puede escuchar en muchas
de sus letras. En el rap de los Estados Unidos, por ejemplo, son comunes las
canciones que hablan sobre las duras condiciones de vida de la raza negra en
ese país y que critican abiertamente el sistema político; vemos entonces que
son canciones que tienen un mensaje más allá del ritmo y el género en sí.
Aclaro desde ya que en lo absoluto soy admirador del rap (para mí, es un género
incomprensible en muchos aspectos), sin embargo, no puedo negar que en algunos
casos transmite experiencias, sentimientos, ideas, razón y deseos humanos, que
es al fin de cuentas, el objetivo y ser mismo de la música y de todas las
formas del arte. Incluso, en aquellas canciones violentas del rap (género a
menudo acusado de las mismas cosas que el reaggetón) existe una notoria
tendencia a expresar fuertes sentimientos de odio. No es que eso sea positivo,
pero por lo menos esas canciones de Eminen o 50 Cent que denigran de las
mujeres y expresan desprecio hacia la sociedad tienen algún contenido originado
en las propias experiencias y sentimientos de estos artistas; es un mensaje muy
negativo, pero existe un mensaje. Las canciones violentas del reaggetón, en
cambio, son tan vacuas que el único mensaje que parece quedar de ellas es que
ser malo es “divertido”.
Y para aquellos que argumenten que el reaggetón tiene su
origen el reagge jamaiquino y que eso le da legitimidad, les digo que eso puede
ser cierto en su origen, pero una cosa es tener una raíz en un género legítimo y
otra cosa es convertirse en un cáncer; sino, comparemos la letra y los recursos
musicales de cualquier canción popular de reagge jamaiquina con el mejor reaggetón
hecho por Daddy Yankee (si es es que el “mejor reaggetón” existe); esos genes
se han diluido en la única tergiversación real que se ha dado aquí: la
tergiversación de una industria musical apartada de su responsabilidad social.
El reagge y el rap pueden ser y considerarse los padres legítimos del
reaggetón, pero este se convirtió en ese hijo despreciable que solo existe para
denigrar de su origen y dar dolores de cabezas. Es el hijo que jamás debió
haber nacido.
En segundo lugar, y dejando de lado la interpretación de los
medios, el argumento de Daddy Yankee es un sofisma, puesto que ni siquiera
responde de verdad a lo expresado por José Antonio Molina. Este esgrimió sus
argumentos contra el reggaetón en base a los mensajes que este transmite a la
sociedad y que se han convertido ya en su marca de género (cosificación de las
mujeres, excesiva y a veces hasta ridícula exaltación de la masculinidad y la
virilidad, glorificación de comportamientos antisociales, presentación del sexo
como el fin mismo de la vida y la única fuente posible de placer y dicha, o la
estupidez más supina como forma de humor). Daddy Yankee recurre al viejo y
falaz argumento de la anécdota: “Bueno, sí, esos son mis mensajes, pero la
música clásica le gustaba a Hitler”. La pregunta es: ¿Y eso que tiene que ver?
El argumento inicial es contra el mensaje del género, no contra los que gustan
del mismo. Si es por eso, todos los géneros son igualmente malvados porque de
seguro algún asesino en serie o psicópata escucha rock, pop, indie, reggaetón o
música clásica.
La verdad, es que el argumento de Molina es válido en el
sentido de que hace una observación sobre algo evidente: los mensajes comunes
del reaggetón exaltan todo lo que se supone no se debería exaltar en el mundo
moderno. De lo contrario, que alguien me nombre algún reaggetón que diga que
las mujeres son iguales a los hombres y merecen ser tratadas con respeto, que
el estudio y/o el esfuerzo laboral en la vida es importante para el progreso
personal y son los únicos métodos éticos y aceptables para lograr cualquier
clase de ascenso social, que el sexo se debe practicar de forma responsable,
que los homosexules merecen tener derechos civiles reconocidos, que ser
delincuente no es una forma de salir adelante, etc. Y no me vengan a hablar de
algún grupo pequeño o alguna canción patrocinada por una oficina de gobierno,
ONG o grupo religioso que solo usó el reaggetón como medio para llegar a los
jóvenes y llevarles un mensaje positivo. Estoy hablando de uno de esos grandes
personajes de este género, que sea Daddy Yankee u otro que esté a su mismo
nivel en cuanto a ventas y popularidad masiva.
La verdad es que el reaggetón sigue reproduciendo los males
propios de una sociedad atascada en el pasado, lavándole la cara a viejos prejuicios
de origen patriarcal, religioso, sectario y étnico y haciéndoles parecer
modernos; debajo de esas camisas extragrandes, gorras, cortes de cabello “a la
moda”, objetos relucientes y demás, Daddy Yankee es una señora mantuana del siglo
XVIII que piensa de forma sexista, racista y clasista y por más que se esfuerce
en hacer ver que sus mensajes no son tan influyentes, todos sabemos que cuando
se es joven lo que diga o deje de decir alguna celebridad famosa puede llegar a
ser muy influyente en algunos chicos y chicas (a veces más que lo que puedan
decir padres y maestros) y por eso es perfectamente válido hacerles exigencias
a dichas celebridades. Si la sociedad les da dinero a manos llenas, fama y
popularidad, que ellos, por lo menos, tengan una pizca de responsabilidad con
los mensajes que transmiten; si no es así, que luego no se quejen de ser el
centro de todas las burlas y señalamientos.
Finalmente, y como un punto que no quería dejar pasar por
alto, me ha parecido igual de ridícula o hasta peor que lo dicho por Daddy
Yankee, la respuesta de la entrevistadora (a quien desconozco por completo)
quien, después de escuchar semejante tontería dicha por el intérprete (me
reservo aquí el uso de las palabras artista, cantante, compositor o músico, que
creo la merecen otros y no él) lo aúpa en su audaz sandez con esa frase que me
hizo caer en un trance de carcajeo triste y cínico: “!Qué profundo!”
Lo mismo digo yo. ¡Qué profundo (es el hueco en el que está
nuestro continente)!