domingo, 7 de febrero de 2016

Google lo sabe todo de ti... Pero Ramonet es el que se las sabe todas



He leído el día de hoy el editorial de Le Monde Diplomatique (del cual, para ser justos con los lectores, dejo su enlace aquí), ese extraño periódico-panfleto de izquierdas europeas que sirve únicamente para que el señor Ignacio Ramonet exponga ante sus fieles seguidores, todos ellos bien revolucionarios e izquierdositos, como debe ser un buen ser humano, su visión tan increíblemente sesgada y deshonesta sobre cualquier cosa que signifique algún tipo de avance o progreso para la sociedad y la humanidad. Para él, como para todos los socialistas-comunistas fundamentalistas, todos deberíamos estar sumidos aún en la prehistoria, una época en donde la gente sí que era buena e inocente; ya saben, cuando éramos buenos salvajes.

    Es impresionante el enorme sesgo del editorial en cuestión. En efecto, que empresas como Google, Yahoo! y otras tantas acumulan datos sobre sus usuarios, en parte para mejorar la experiencia y el servicio ―lo cual es muy positivo― y en parte para ofrecer publicidad ―lo cual no tiene por qué ser algo negativo― todo el mundo lo sabe. De hecho, el modelo de negocios de estas empresas es ese, pues sobreviven gracias a la publicidad, sino ¿de qué van a vivir, si no producen bienes materiales de ninguna clase? En fin, que pareciera ahora que la publicidad es la actividad más horrible y degradante del mundo.

Lo que me parece igualmente deshonesto es que Ramonet ignore las veces que Google y otras empresas similares han tenido conflictos, a veces convertidos en batallas legales, con el gobierno de los Estados Unidos, precisamente por temas como este. Un ejemplo de esto es el enlace que puede ser leído aquí y otro caso similar aquí, pero que fue protagonizada por Twitter, que a diferencia de Google y Microsoft, los cuales aceptan a regañadientes los pedidos del gobierno, ha mostrado siempre una actitud abiertamente contraria a esta política de los Estados Unidos. No es que Google sea un paladín de la privacidad ―que para nada lo es―, pero que sea un esclavo arrodillado ante el gobierno y que todos los datos de sus usuarios se los envíe en informes detallados diarios ―es una exageración mía, lo sé; por favor, tómenselo con un poco de humor― por supuesto que no es verdad; y de hecho, ninguna empresa hace eso y todas quieren proteger sus datos, sea simplemente para guardarlos o para sacarles alguna ganancia. No en vano, hemos visto todas las dificultades que ha tenido el gobierno de Estados Unidos para sacar adelante la ley SOPA y PIPA, que a estas alturas, sinceramente, no creo que puedan aprobarse jamás.

     En efecto, hemos sabido de empresas que en más de alguna oportunidad han incurrido en actividades no precisamente legales mediante el uso de datos de sus usuarios, como lo mencionado en el artículo de Ramonet sobre Yahoo! o Vizio, pero precisamente por haber hecho esto en sociedades democráticas y en las cuales siempre habrá grupos preocupados por el tema de la privacidad y que indagan y revelan esos hechos, han terminado descubiertos ―ya saben lo que dicen: «entre el cielo y la tierra todo se sabe»― y han tenido que pagar por sus acciones, ya sea por fallos judiciales, ya sea por falta de credibilidad o directamente por odio en los consumidores. Seguramente, muchas más felonías de este tipo habrán llevado a cabo, pero, al menos, saben que existe cierto límite a sus acciones y no andan como locos por allí, vendiendo y comprando información de correos, cuentas de Facebook, Twitter, Instagram y demás.

     Igualmente, el propio gobierno de los Estados Unidos está sometido a una gran presión, tanto por parte de la opinión pública dentro y fuera del país, como por parte de las propias compañías. En efecto, el proyecto PRISM es enormemente dudoso en cuanto a su funcionamiento, objetivos y demás, pero lo que es seguro es que hoy sabemos lo que es PRISM precisamente porque Estados Unidos es una democracia que cuenta con medios de comunicación ―esos mismos que tanto le gusta a Ramonet criticar a través de… su propio medio de comunicación― cuyo interés principal es servir a la verdad, en menor o en mayor medida. Puede ser cierto que estos medios tienen algún sesgo a favor o en contra de determinadas ideologías, pero eso no significa que mientan o sean agentes de manipulación de pobres masas decerebradas que necesitan que los periódicos y televisoras piensen por ellos. En lo personal, yo sé que no soy de esa clase de decerebrados, ahora, sobre el señor Ramonet, ya que tanto pregona esa idea, no puedo asegurar nada. Yo sé que no soy ese zombie consumementiras de los medios por experiencia propia. No puedo decir nada por las experiencias del señor en cuestión.

    Pero Ramonet no habla de otros países, ¡no!; él habla solo de Estados Unidos y otras potencias occidentales. No habla de esos países en donde la información no es suministrada por Google, Yahoo!, Amazon u otras empresas a los gobiernos, sino que ellos mismos, mediante sus propios servidores, que suelen ser la única o mayoritaria vía de acceso del internet a sus naciones, ya que el suministro de ese servicio se considera asunto de seguridad pública y fuente potencial de peligro para la «soberanía patria», espían sin miramientos a todos sus ciudadanos, países en los que un día, de repente, una etiqueta específica o las fotografías en Twitter son bloqueadas, lo cual implica que ciertos mensajes pasan al dispositivo del usuario, pero otros no lo hacen y solo aparece un mensaje de Twitter que dice «este tweet (o ‘trino’, para quienes preferimos defender la lengua materna) no pudo ser entregado», o en los que súbitamente se ralentiza el servicio a niveles insoportables o directamente de inutilidad total ―casualmente siempre un día de elecciones de vital importancia para el país, ¿qué raro, no?―. ¿Por qué, me pregunto yo, Ramonet no dice nada de esos países? ¡Esperen! Pero ¿de qué países estamos hablando? ¿No nos referimos, por casualidades de esta vida, a países como Venezuela, mi propio país, en el que actualmente vivo y en el que he padecido todos estos «problemas» de índole digital que les he comentado? ¡Ah, claro!, Ramonet nada dice de Venezuela, donde verdaderas acciones de control digital son ejercidas por el gobierno sobre los ciudadanos, no por empresa alguna, sino por el gobierno en sí (Bueno, confieso que soy inexacto, pues sí es una empresa la que lleva a cabo estas acciones; me refiero a CANTV, la estatal de comunicaciones y a través de cuyos servidores pasa la enorme mayoría de la información digital del país, y las demás empresas operativas, como Movistar o Digitel, ven limitada su participación en el mercado; incluso, el gobierno nacional desde 2010 ha intentado, sin éxito, aprobar una ley para crear un «punto único de acceso a Internet», como se puede ver aquí).

 
 Allí está, dando cátedra a los tercermundistas que están construyendo un mundo mejor, más justo, más... En fin



    No dice nada Ramonet de las comunicaciones privadas reveladas libremente por funcionarios del gobierno que pretenden poner en evidencia a políticos y periodistas contrarios, ni habla sobre los famosos twitteros presos, algunas personas, casi todos ciudadanos comunes que poco o nada tienen que ver con la política, cuyos mensajes públicos en Twitter el gobierno consideró demasiado subversivos y que fueron presos ―algunos aún lo están― por emitir opinión en el famoso foro público digital. Siempre recuerdo una vez que la periodista venezolana Patria Poleo (quien tal vez no sea el mejor ejemplo de periodismo profesional, lo sé, pero una cosa es eso y otra cosa es justificar todo lo que le ocurrió mientras vivió en Venezuela, desde infinidad de llamadas telefónicas retransmitidas en VTV, la televisora nacional, correos electrónicos que se hacían públicos, entre otros) dijo en una entrevista que llegó un punto en el que vivía obsesionada con su teléfono celular, que todo el tiempo le sacaba la batería para asegurarse de que el gobierno no estuviera grabando lo que decía en su vida diaria, que sabía que los expertos decían que eso no era posible y solo se podían «pinchar» las llamadas o interceptar los mensajes, pero que estaba tan fuera de sus cabales que igual lo hacía como un acto reflejo. ¿No es eso una locura por lo evidentemente descarado del espionaje gubernamental, no obstante la periodista en cuestión fuera, como en efecto todavía lo es, una mujer loca que solo quería crear escándalo por el placer de crearlo? Las vías legales para accionar contra ella existían, pero no se recurrió a ellas. Volviendo a Ramonet, me pregunto, siendo estos casos tan obvios, ¿por qué nunca ha dicho nada al respecto? No queremos creer que eso ocurre simplemente porque Ramonet siempre ha tenido relaciones más que estrechas con el gobierno de Venezuela y otros presidentes de esas mismas faunas de izquierdas, porque ¿quién puede creer que un comunicador como Ignacio Ramonet, internacionalmente reconocido, puede vender su integridad profesional tan fácilmente?
     Ironías aparte, y ya para terminar, estos seudointelectuales socialistoides ―no digo que no haya intelectuales socialistas, que los hay, pero Ramonet no es de esos― no son más que unos rancios y enmohecidos comunistas venidos a menos, así como se vino a menos el muro de Berlín por lo rancio y enmohecido que es el comunismo en sus propios conceptos, cuyas perolatas siguen teniendo una muy tonta audiencia cautiva, imagino que de niños milénicos ―y no crean que es odio generacional lo que digo, yo también soy milénico por mi fecha de nacimiento, así que no se preocupen― a quienes emociona escuchar todo ese discurso apasionado proveniente de tiempos menos pragmáticos y más románticos, ya saben, provenientes del pasado, razón por la cual los jóvenes en Estados Unidos gritan como fanáticas enamoradas por el «Sanders Rock Star» o los españoles por Pablo Iglesias, en tanto suspiran imaginándose su larga y desde hace mucho tiempo no lavada cabellera libre al viento. Por supuesto, a nosotros en Venezuela ya no nos entusiasma mucho el discursito porque… bueno, cualquiera que está fuera de Venezuela solo tiene que ver un noticiero y verá por qué. En fin, el cinismo de Ramonet y otros de su especie radica en que para ellos está muy mal espiar a los ciudadanos para saber si son terroristas o para venderles publicidad, pero está muy bien espiarlos para saber si son de la derecha y, si de paso podemos apresarlos, humillarlos públicamente y, mejor, expulsarlos del país, todo eso es justo, pero ¿para venderles una promoción de dos hamburguesa extragrandes con papas dobles y refresco mediano en Burger King? ¡Eso hace que se sientan ultrajados! En fin…