*Esta carta la escribí para el Concurso Cartas de Amor, en su versión del año 2017. Por supuesto, este texto que ignoró completamente la temática del concurso (el amor en cualquiera de sus formas), no figuró de ninguna manera en dicho certamen, pero a pesar de saber que justo ese sería el destino de esta pequeña obra, decidí enviarla porque para eso la escribí. Hoy le tengo especial cariño a esta carta, porque me ayudó a descubrir que no me sale eso de escribir sobre el amor, con amor o para exaltar el amor; por eso aclaro que lo que dice al principio es verídico: la empecé a escribir decenas de veces, tratando de enfocarme en el amor… y esto fue lo que salió. ¿Será que esta es mi interpretación del amor? En cualquier caso, me pareció propicio por su ironía y crueldad iniciar este blog literario con una carta escrita con sorna y cinismo a la figura del refugiado (inspirada por la crisis de los refugiados sirios de 2017, el tema más importante de ese año en particular según mi opinión) desde la perspectiva de un (en ese entonces) no refugiado, cuando hoy día yo mismo soy un refugiado. Ironía y crueldad: eso es el amor para mí, aparentemente.
Estimado refugiado:
Ya perdí la cuenta de las veces que he
intentado escribirte esta carta. Han sido muchas, porque cada vez que te
escribo, algo de lo escrito se me hace inadecuado. Un tono solemne que describe
tu tragedia parece un recurso dramático demodé
en estos tiempos de literatura instantánea y fácil, además de que parecería
ridículo que quien no es refugiado describiera tu odisea. Por eso intenté luego
recurrir a comentarios entre chistosos e impertinentes para aligerar el tema,
pero invariablemente me abofeteaba algo parecido a la vergüenza, pues me vi
como el privilegiado que, desde la comodidad de su computadora, busca risas en
el fondo sardónicas que se disfrazan de humor negro.
Al final, te escribo con la misma actitud
que tiene todo el mundo ante ti, esa actitud muy posmo de quien mira un asunto entre
perplejo, desinteresado y distante, todo con el propósito último de expresar
alguna aleccionadora máxima metaconceptual ―ya sabes que usar palabras rimbombantes
y en el fondo vacuas como metaconceptual
es muy posmo―, aglutina felicitaciones generales en forma de «me gusta» o retuiteos,
y luego descarta rápidamente el asunto, saltando hacia otra cosa también muy
importante y empapada de una carga moral que le urge a exponer reflexiones
frívolas para deleite de sus seguidores.
Es éticamente inaceptable, pero en tiempos
de verdades alternativas, escribir una carta utilizándote de excusa con el fin
de figurar en un concurso de literatura epistolar parece un recurso destinado
al éxito, ya que esta carta no es más que una referencia a la vacía actitud de
quien solo te conoce a través de los medios, pero pretende ser en realidad un
comentario sobre la inteligencia liviana y fútil de nuestra época, y recurriendo
al uso de la palabra refugiado con
fines poco claros no hace más que acusar al lector, que seguramente es un
posmo, como centro y periferia de su propia culpa, y por eso esta carta es una
maravillosa creación posmo en sí misma, porque es una referencia dentro de una
referencia que luego refiere a otra cosa distinta, pero que tiene impacto
porque refiere a todo sin referir claramente a nada. Hueca de contenido, es
tremendamente efectiva por su forma y su lenguaje más que por su mensaje, como
una muy resumida y más panfletaria versión de El origen, esa sobrevalorada película que no significa nada, pero
que hace que discurra un palabrerío sin final porque está «abierta a
interpretaciones», algo que a los posmos nos encanta.
Me pregunto, sin embargo, que tan abierta a
interpretaciones puede estar una situación como la tuya y qué tan posmo puede ser
el mundo ante tu lánguida imagen compartida miles de veces en las redes. El
Mediterráneo se traga persona tras persona y el posmo solo ve morir árabes que poco
importan porque son, precisamente, árabes. Sin embargo, cuando aparece una foto
impactante, todos estamos prestos a usarla para hacer notar que somos sensibles
y civilizados, y además, que estamos muy «involucrados».
Te preguntarás hasta qué límites puede
llegar tanto cinismo. Yo me pregunto lo mismo. Tal vez llegue hasta a nombrar a
Aylan Kurdi como descarado recurso final para causar indignación y asombro en
el jurado, todo con el mezquino fin de figurar, aun a sus expensas y a las
tuyas, que si no existieran no tendría esta carta tanto efecto. ¡Cuánto cinismo
autorreferencial!
Para finalizar, te agradezco por ser tan
buena excusa para escribir esta carta. Como verás, tu sufrimiento no ha sido totalmente
en vano.
Suerte en tu viaje.
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